jueves, 17 de noviembre de 2011

Un regalito para los maestros...

-“Mamá, vení sentate, tengo algo que decirte. Voy a dejar abogacía, quiero ser maestra”.
Debió ver en mi cara la decepción que me provocaba. Es que durante mucho tiempo le había hablado de lo importante que era elegir esa carrera que le gustaba, que se adaptaba a sus capacidades, a su sensibilidad por lo social. Pero sobre todo le generaría una posición económica desahogada y la posibilidad de acceder a un puesto en la sociedad para ayudar a la gente. Y la había convencido, pobrecita.
-“No te pongas mal má, es lo que quiero”.
Entonces la vi. Delante de mí estaba la nena de diez años que sentaba a su hermanito en un balde dado vuelta, y sobre una silla que hacía de mesita ponía un cuaderno y crayones. En nuestro patio de tierra, ella jugaba a ser maestra llenando de números y letras el viejo portón de chapa convertido en improvisado pizarrón.
La miré y vi sus quince años llenos de sueños. Los sábados enseñando catecismo en la Iglesia del barrio enamorada de los nenes que la amaban, regalando también su tiempo para dar apoyo escolar en una escuelita carenciada. La vi a los diecisiete, participando en el proyecto de la ONU juvenil y hablando sin parar sobre todo lo que se puede hacer, con pensamiento crítico. Con pasión. La vi juntándose con compañeros para ayudar con ropa, alimentos y juguetes a cooperadoras de escuelas pobres en la periferia. La vi llorando a veces por ese asistencialismo insuficiente. La vi yendo dos años a la Universidad a estudiar abogacía,mientras daba en casa clases particulares gratis a chicos por las tardes.
La miré…Frente a mí estaba una mujer…Frente a mí estaba una maestra…Ella sabe que la profesión no la hará rica…Pero sabe, como sólo puede iluminar la vocación, que el cambio es posible y desea más que nada ser parte de ese cambio.
-”Mamá, ¿qué pensás?”
- “Que te felicito, te apoyo y tus alumnos, mi querida, van a ser afortunados”
“Para ser docente hay que ser un soñador… La educación necesita de técnicos y especialistas, pero antes que nada tiene que ver con creer en utopías.”
Algunos estudian magisterio como una salida laboral rápida, por dinero seguro, porque imaginan largas vacaciones y poco esfuerzo en una escuela a la vuelta de su casa. Otros, la desprestigian por su desgano al enseñar o su falta de amor por los niños. Sin embargo, la mayoría no es así.
Por eso este país tiene esperanzas, porque aún hay mujeres y hombres que deciden ser maestros porque quieren enseñar, porque la indignidad de la miseria ajena les duele, porque quieren ser ejemplo de trabajo, puntualidad, asistencia, amor y coraje…
Gracias!! A ustedes... que iluminan el alma de sus alumnos como un guía, en este difícil camino de vivir.

Profesora Ana María Esteban
Profesora Ivana Baravalle

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